las manos


¿Y si nos pensamos con las manos? Si olvidamos los ojos y los oídos y las obligaciones y nos pensamos como los animales, como las fieras. Y si pensamos en lo suave del cabello, en los párpados que caen tranquilos, en la piel que se quema y en las carreteras que dan al mar con coros de voces quemadas por el whisky y guitarras dolientes y abismos.

¿Y si nunca nos hacemos mayores y no nos pesa el paso de los años? Y si decidimos que aquí y ahora es el mejor momento para que no nos importe el Ébola, ni el trabajo, ni las obligaciones y nos dedicamos a poner un stop en la vida y a crear un momento nuestro, ahí, sin nada más. Fugaz, que se termine, pero que nos abrase por dentro y nos haga acercarnos un poco más a lo que siempre hemos soñado en convertirnos.

Y si no existieran los relojes, ni los deberes, ni las cadenas que nos amansan y nos atan a la vida. ¿Echaríamos a volar, entonces?¿Nos iríamos así, despacio, mecidos por la brisa? Pensaríamos en los águilas, en los tiempos de amnesia obligatoria y no sería necesario recordarnos que todos los dioses están esperando para deleitarse en nuestro caos.

¿Y si la piel fuera suficiente?¿Y si volviéramos a ser los gatos sucios que fuimos algún día, y si la ley solo estuviera hecha por el placer que supone romperla y quebrar sus huesos? Qué ocurriría entonces, si no nos importara el ser hermanos, el ser hijos, el ser padres, qué sucedería si tú y yo nos dedicáramos a pensarnos con las manos y no hubiera más lunes por la mañana ni más domingos de resaca.

¿Y si, de golpe, no nos fuera necesario más que vivir para estar vivos?

¿Seguiríamos teniendo miedo entonces?