Nos imaginé en la cocina que ahora compartes con otra y nos imaginé al calor de una hoguera. Me imaginé llorando por una canción absurda y te imaginé preguntándome que qué me pasa, con cara de no entender nada. Tú nunca me has entendido. Imaginé que me llamabas y que no había lunes por la mañana, solo domingo por la tarde y, a veces, sábado por la noche. Imaginé que no habría que cambiar más horas ni encontrar más rincones oscuros ni justificar lo injustificable ni añadirle ningún otro "pero" a la historia. Imaginé días diferentes a los que había vivido y ninguna promesa, pero algunas ganas de perderse en sitios, algunas ganas de beber cerveza, algún juego -como los de antes- y alguna palabra más dicha a deshora. Imaginé tu nombre en mil sitios.
No imaginas lo que dolió saber
que nadie contaría esta historia.
No imaginas lo que dolió saber
que nadie contaría esta historia.