18.14

Hay dentro de mi una ciudad helada.
Hace mucho que murió el último superviviente del cataclismo. 
Hace mucho que no tengo a nadie que quiera leer mis poemas. 
No se me ocurren metáforas adecuadas
para vestir todo este hielo
con algo que parezca primavera. 
Hay océanos en los que no hay olas
hay tierra gris y seca
que no se acuerda de cómo hacer crecer las amapolas
hay un desierto en tonos ocres
que se extiende y que trepa por mi vértebras
y que se instala en cada madrugada
en la que la cama es tan grande
que el latido de mi corazón hace un eco inservible,
como una canción que toca un músico solo en el metro.
No hay nadie para calentar mis huesos
tengo escalofríos que saben
a todas las malas decisiones que tomé
hasta convertirme yo misma
en el tiro errado, 
en la última oportunidad de vivir
antes de volver al hogar
de todos esos marineros que quieren contar historias
para después zarpar y no acordarse
-o hacerlo, mientras besan a otra sirena. 
No sé cuantas balas perdidas me han impactado en el pecho.
No sé cuantas veces puedo ser la estación equivocada.
Tengo aquí toda esta soledad amontonada
y 17 "no importa, estoy bien" en la recámara. 
No me da miedo empezar a contar mentiras.