la verdadera confesión de la leona

Te haces mayor cuando te das cuenta de que el problema no es estar solo, sino estar solo en los momentos menos adecuados. Cuando te levantas un domingo de resaca y no tienes nadie que te diga la cara que se te ha quedado por no desmaquillarte la noche anterior. Miras por la ventana y llueve y te descuento de que no tienes ningún problema contigo, pero a veces no está mal necesitar a alguien que te acune.
Los dioses, tan arriba, no saben tampoco de abrazos. No saben de la calidez de la piel contra la piel y de las sábanas sucias y del sudor y del "quiero estar aquí, contigo". Unos ojos que no tengan nada más que decir que eso; el momento justo, el lugar adecuado, es justo ahora, donde no hay más ley que el refugio frente al mundo. 
Eso es hogar y eso es descanso; saber que lo malo no va a desaparecer nunca, pero que hasta la mala suerte es capaz de respetar algunos oasis hechos de paz, de minutos de domingo por la tarde. No hay más confesión que esa; no todos necesitamos que nos sostengan. Pero a veces tampoco está de más.