me llamabas niña salvaje y repetías que Peter Pan estaría orgulloso de mi fobia a hacerme mayor. sonreías de lado y te guardabas las cosas más sucias. cómo me quitarías las medias. cómo aprovecharíamos en invierno el hueco frío de cualquier portal. tenías ese hambre de vida que a mi me enternecía tanto y, con lo mal que se me da decir que no, pues cómo no iba a ser partícipe de todos tus crímenes pasada la media noche. Eso es lo que tenía, decías, que era salvaje y que era intensa y que dolía al tocarme y que así daba gusto enfrentarse a demonios, a maderos o a todas las catástrofes que se nos pusieran por delante. Eres así, me repetías, y yo me preguntaba si se quedaba inconclusa la frase porque tenías miedo de terminarla o porque no tenías palabras para mi. así. así cómo. así como los cristales rotos, así como el vodka con limón, así como la lluvia fría, así como el minuto antes del amanecer cuando uno se pierde en tierra de nadie. intenta engañarme. di que no me tienes miedo y que podría volar si quisiera. di que en el espacio entre mis manos cabe el mundo y que en el hueco entre mis piernas yace toda la vida. di que tengo universos en los ojos y que no son abismos oscuros y que no temes cruzarme en barca. cruzarme, de arriba a abajo. 
di que mi océano no te aterra, que no temes morir de sed entre tanta agua. que tengo principio, que tengo fin, que no soy uno de esos monstruos oscuros y submarinos que duermen en la cuna que es la tierra y que vienen y van con la marea caprichosa. di que mi hogar está en tu cuello aunque sepas que no sé tener una casa. di que mi huída a la desesperada tendrá un final y que redimiré mis pecados de alguna manera.  que lograré llegar a buen puerto.
dime que no soy inmensa. que soy de aquí, que soy de allí. que soy de alguien, pero no me digas que soy de todo, que soy de nada o que no soy.
mienteme
tampoco te pido tanto