Me decías que te habías caído con esos ojos de demonio y yo pensaba que con qué anormal te habrías partido la cara. Me reía, porque iba más ida que nadie y pasaban ya las tres de la madrugada y no es hora esa de llorar por nada. El caso es que, joder chico, qué manera de mirar al mundo, siempre buscando pelea, ¿no estás agotado? De relamerte, digo. De la sonrisa fingida y los huesos tan cansados, como todos esos que viven demasiado rápido. El agua mansa, me decías, corre siempre profunda como la sangre, porque es sangre que nos acuna. A mi no me mires porque yo llevo pájaros y cielos azules en las venas, y te soltabas una carcajada de fiera, también como un diablo viejo o uno demasiado joven y me pregunté qué sería peor, las maldades que ya habías cometido o las que te quedaban por hacer y temblé por el mundo y por los tres minutos que quedan antes del juicio final.
Vamos a ser románticos como los son los perros, decías cuando estaba triste y yo me preguntaba constantemente por qué no podíamos querernos así, con lo hijos de puta que nos había hecho la vida, tal para cual.
Eras una criatura peculiar y eras una criatura hermosa, con esos andares de pantera -por lo oscuro y por lo esquivo- y ese carácter tan tuyo -así como tan de gato- que te impedía anclarte a un solo sitio y atender a algo más que no fueran tus caprichos. Yo tenía una cama donde pasar la resaca, pero tú te irías a seguir con la música a otra parte aunque te ofreciera amaneceres con mi mejor cara de zorra mala. ¿A ti que te pasa, que no tienes suficiente nunca?
Con lo buen chico que era, bueno, tiene sus matices porque tú de bueno no tuviste nada nunca, pero todos los que nos conocieron de niños, cuando de verdad éramos salvajes, pensaban que qué te habías hecho a ti mismo, que a dónde ibas con esas ojeras y esas esquinas cansadas. Supongo que les da miedo pensar que las cosas pueden ser y son como uno quieran y el poder que tendrían de darse cuenta de que nada les ata a nada porque en realidad hay poco más que polvo ahí fuera.
Yo solo pensaba que nunca fuiste de otra manera, solo que no es políticamente correcto hablar de los que lleváis tan dentro la catástrofe. Que apuntabas maneras, que se yo, para ser ese tipo de buscavidas que no está demasiado en el mismo sitio y que tiene pensado recuperar las horas de sueño cuando esté muerto.
Agua mansa corre profunda, al fin y al cabo. Y quienes se creerán que son para juzgar los pulsos que otro decide echarle a la vida.