A ver cómo te explico que es insultante la cantidad de tiempo que llevo sin pensar en ti. Que ya no necesito huir de tu recuerdo y que por las noches no es tu figura la que me viene a la mente cuando me masturbo (tampoco follabas tan bien, no te creas). No te llamo. Tu nombre no me ronda la cabeza cuando me paso bebiendo y se me quedan los labios morados de vino. No merecías la pena. En serio,
no merecías la pena. Pronunciarte, con todo lo que caer significa, no tenía el más mínimo sentido. No te pertenezco, porque antes lo hacía, y no me quedan más cojones que admitirlo. De todo se aprende. Del paso del huracán se aprende, de la tierra quemada se aprende.
No fuiste nada más que eso: una poética catástrofe que estuvo bien
para escribir poesía.Ahora tengo, por tu culpa, corazón de menos y ganas de más.
Ya no entiendo la teoría de tu sonrisa.
Y no me importa no hacerlo.