Creo que fuimos
el mismo tipo de cachorro;
esos que se hacen grandes de golpe
sin darse cuenta de ello
y que muerden
y hacen ruido.
Creo que nos educaron mal
para que nos calláramos
y que, aunque no quisimos,
aprendimos a que nuestras palabras
estaban siempre mal
y por eso ahora
hablamos más bajito
de lo que deberíamos.
Por eso ahora decimos
que no nos importa estar solos
cuando lo cierto es que
nos está matando un poco
sentir que no encontramos
a la persona adecuada.
Por eso ahora andamos por ahí
como si nos latiera menos el corazón
y damos otro trago
y nos repetimos que mejor así
que mal acompañados.
Una vez le dimos el corazón a alguien
que lo dejó caer al suelo
y, aunque no lo admitamos,
hemos perdido trozos al recomponerlo.
Tenemos el aullido quemándonos en la garganta
pero ¿cómo de terrible sería
lanzarlo a la luna
y no encontrar una respuesta?
Puedo decirte que tengo miedo
de equivocarme contigo.
Puedo decirte que tengo miedo
de que tengas miedo
y me olvides antes de lo que me gustaría.
Puedo decirte que tengo miedo
de darme demasiado
y no recibir absolutamente nada.
Puedo decirte también
que no te pareces a nadie
que me haya hecho daño antes
y que a mi me vale con eso
para dedicarte un par de poemas
y algunos orgasmos
aún cuando me quedes demasiado lejos.