Nunca compraba billete de vuelta, solo el de ida. Lo admito, aunque supongo que no hace falta porque tú ya te diste cuenta y jugabas con esa ventaja. Nunca compraba el billete de vuelta porque temo el final y a retomar la rutina más que a nada y tú significabas una excusa para huir, que es mi cosa favorita en el mundo: darme a la fuga, haya o no problemas.
Nunca compraba billete de vuelta porque no me gusta ponerle fecha a los adioses y porque no me gusta tener que estar pendiente del reloj para dosificar cómo me siento, ni sentir que me estoy guardando algo, que no me dio tiempo a. Quiero, todo el rato, sentir que el punto final lo pongo yo cuando no tenga más que dar, cuando me quede vacía. Decir "es la hora" y que así no duela, encontrar el momento exacto para ese adiós que a veces tiene que ser pronunciado.
Nunca compraba billete de vuelta, pero lo cierto es que también era por miedo. Porque, pese a todo, nunca las tengo todas conmigo y tengo la sensación de que no soy bien recibida en las personas, así en general. Pensaba todo el rato que podía salir algo mal y que podía acabar con las zarpas llenas de espinas cuando, de golpe, no reconociera tus ojos.
Yo que sé; quería pensar que el día que no me respondieras yo podría comprar ese billete y hacer como que me había marchado antes de romperme. Aunque no fuera así del todo.
Yo que sé; quería pensar que el día que no me respondieras yo podría comprar ese billete y hacer como que me había marchado antes de romperme. Aunque no fuera así del todo.