No te lo vas a creer, pero ahora mismo estoy pensando en por qué coño estoy sola en la cama en lugar de tener tus manos en mi cuello, tu polla en mi boca y tus dientes en cualquier parte de mi anatomía, dejándome unos moretones que luego me va a gustar mirar y me va a gustar que vean. Hace unos días alguien a quien quiero me preguntó que si pensaba escribir sobre ti porque todo el mundo a quien yo quiero -y que me quiere- sabe que escribo sobre todo lo que me pasa, de una u otra manera.
No respondí, pero busqué palabras que no fui capaz de encontrar. Me exprimí para sacarlas y luego releí poemas sin demasiado sentido y que no me hacían vibrar nada. No había lágrima ni había tristeza.
No sé si volveré a verte, pero no hubo trampa ni cartón en esas noches que compartimos, cuando ponías cara de tipo duro y me contabas alguna historia sobre algo que te ocurrió o sobre algo que querías hacer. No había mentira en tu fuego -como ya dijo un poeta del que me gustaría hablarte- ni en la forma en la que me sonreías cuando yo estaba a punto de correrme, ni en tu manera de contarme las costillas, ni de hablarme de tatuajes o de cualquier cosa absurda que, en realidad, no es importante.
¿Pero qué lo es en realidad? Yo antes pensaba que las cosas importantes dejaban cicatriz y que no había opción a no salir herido. Que esa tristeza terrible que se me instala en el pecho venía siempre después de un beso, como si fuera dos conceptos que se mueven de la mano y que uno no podía sentirse arder sin librarse de ese poso de melancolía.
Me equivocaba. No sé si volveremos a encontrarnos. Ni siquiera sé si haremos algo por intentarlo. Pero joder, ha merecido la pena bajarse en la estación equivocada. Ya me entiendes.
¿Pero qué lo es en realidad? Yo antes pensaba que las cosas importantes dejaban cicatriz y que no había opción a no salir herido. Que esa tristeza terrible que se me instala en el pecho venía siempre después de un beso, como si fuera dos conceptos que se mueven de la mano y que uno no podía sentirse arder sin librarse de ese poso de melancolía.
Me equivocaba. No sé si volveremos a encontrarnos. Ni siquiera sé si haremos algo por intentarlo. Pero joder, ha merecido la pena bajarse en la estación equivocada. Ya me entiendes.