Hoy estabas preciosa
y estabas helada
y por mucho que yo te comiera el coño
no iba a conseguir sacudir
toda esa escarcha que llevabas dentro.
Pasa que hay personas que llevan en la risa
el inicio del verano y su candidez despreocupada,
pasa que hay otoños
que se instalan en las manos de algunos
con esa suave caricia
que sabe a ocre y a sándalo y a vino.
Pasa que la primavera
se anuda en los rizos
y llena las sonrisas de flores
de cantos de pájaros
y de fruta fresca.
Pero tú tenías el invierno
clavado en el corazón
helada y terrible y acorazada
con esa luz
hermosa e irisada
que no hace otra cosa
que llenarte también de frío.
Y yo no llevaba abrigo.