No buscaba yo otra cosa que ensuciar tu alma, que ganar la partida. Que tentarte, que deshacerte, que cambiar tu rumbo. Variar tu destino y remover tus anhelos. Que cambiara el quién eres y el a donde vas, que te cuestionaras a ti mismo. en tu desorden está mi cordura y en mi cordura están todos los demonios. Buscaba ponerte la piel de gallina y un estremecimiento que partiera de tu columna. Que con mirarte a los ojos conocieras mis intenciones, las más oscuras. Que despertaras una mañana de martes antes de ir a trabajar y pensaras en mi cintura, que fuera mi recuerdo lo primero que te asaltara. No buscaba yo nada más que tener un secreto a medias, que embriagarme de ti como lo hacen los adolescentes. Quizás no me creíste cuando dije que yo me alimentaba de todos los males, que yo me alimentaba de los errores y que a la larga despreciaba los acierto porque no dejaban cicatriz. Cruzar tu espalda con los dedos y hacerte saber -recordarte- que en la naturaleza del hombre está el ser depredador, el ser superviviente, el regodearse en los excesos.
No buscaba yo otra cosa que compartir contigo las noches y olvidarnos de que existen los días. No buscaba yo otra cosa que despertar al fiero animal que habita en tu pecho y que alimenta el brillo de tus ojos justo los dos segundos antes de que termines de sonreír.