el ciclo de los errores

Lo significabas todo y, aún así, no fue suficiente. Tu sonrisa, quiero decir, la forma que tenías de pasarte la mano siempre de la misma forma por el pelo alborotado. Los ojos, no sé, la manera de mirar, esos vaqueros hechos polvo que solías llevar siempre. La risa o la maldad diluida o esas malas intenciones que tenías siempre de niño malcriado. Ese tipo de cosas que hacen a uno imprescindible y que sueñes o que pienses o que no duermas y así.

Pero yo seguía teniendo el sueño profundo y ese tipo de cosas. Faltabas y, bueno, qué mal, pero la noche seguía siendo oscura y a mi me han gustado mucho de siempre las sombras y las luces encendidas y la cerveza y todo lo demás. Y como a veces me acordaba de ti, sí, pero tampoco era el fin del mundo que no estuvieras conmigo, ni sin mi, ni nada en realidad. Que tuvieramos órbitas distintas o que solo me llamaras cuando la fiesta fuera la adecuada, porque vamos a ser sinceros: otra cosa no, pero correrme una buena juerga se me da mejor que a nadie, resaca y corazones extraviados incluidos.

Imagino que no he visto suficientes películas de Julia Roberts o yo que sé, quizás es un fallo mío por no volverme lo suficientemente tonta. Pero el caso es que lo significabas todo y, a la vez, no lo suficiente como para perderme. Supongo que tendrá que ver un poco con mi mal carácter y mi dependencia obsesiva de mi misma, pero quizás, solo quizás, el truco sea quererse más a uno mismo que al resto.

O a lo mejor es el vodka.