Amaba la paz
sobre casi todas las cosas.
Amaba lo suave de las praderas en verano
y que el eco de los pájaros fuera
la única banda sonora de su vida.
Amaba la paz porque temía el conflicto
y no creía
a aquellos
que decían que esa era "la peor cosa".
No supo que amó la paz
solo porque temía a la guerra
y que el crimen por omisión
es siempre crimen
(siempre crimen).
No supo que toda vida
todo aliento
y todo instante
es siempre
-siempre, siempre, siempre-
una guerra
en la que ganas
-y también pierdes-
batallas contra las horas
contra la enfermedad
contra el amor
y
(sobre todo)
contra uno mismo.