Querido nadie:
esta será una de las últimas veces que me permita escribirte, aunque sé que tú no lees esto y aunque sé que probablemente nunca lo hagas. Tengo que poner en orden mis pensamientos y en ellos no hay sitio para ti. No es por nada más que esa manía tuya de estar pero no estar, de vivir en un "a medias" constante que me está costando la vida. A mi nunca me ha importado ser apátrida, pero solo por propia elección. Lo que me estás prohibiendo es clavarte mi bandera en las entrañas y eso no está bien, no es justo. No es justo ser de nadie, ¿comprendes? Y, con ello, seguir siendo de. El fin de mis días debe sobrevenirse de otra manera. Intuyo que será más pronto que tarde, pero aún así, no será perdiendo la cabeza por ti. Debes entenderme; no es que no seas alguien apto para enamorarse, es que, simplemente, no tengo la más mínima intención por dejarme ganar por los demonios de los demás. Bastante tengo conmigo misma y mis siete infiernos.
Supongo que no ha sido culpa tuya. Eres culpable de muchas cosas, pero no de lo que yo sienta por ti. He tardado en darme cuenta de que no todo es blanco o negro, que los crímenes son también crímenes cuando son por omisión y que joder, casi todo es relativo. Relativo tu daño, relativa mi tristeza.
Debo sacar algo bello de toda esta desdicha. Algo desgarrador y poderoso que demuestre que hay un por qué, en general, el que ando buscando. Querido nadie, tú sabes poco de mi y yo sé aún menos de ti, vamos a ser sinceros, pero te he escrito cosas hermosas de las que no me arrepiento, igual que tú no te arrepientes de ninguno de los crímenes cometidos, porque no sabré quien eres, pero sí que sé quien soy y lo mucho que nos parecemos los perros viejos.
La verdad, -aunque quizás es esto lo que más me duele- es que estoy muy segura de que me quiero, de que me quiero muchísimo como nunca he querido a nadie. Pero, joder, me gustaría también que alguien más lo hiciera. Que haya pensado que podrías ser tu, pues bueno, ha sido una cuestión arbitraria: a lo mejor yo buscaba a alguien y tú estabas allí, en el momento justo, en el instante en el que yo decidí que estuvieras.
Querido nadie, no has sido bueno conmigo, pero tampoco has sido malo. No puedo culparte porque no me hayas querido y porque no le hayas dado una oportunidad a todo lo que pudimos ser y nunca seremos.