Nos construimos en base a todas las caras que nos conforman. Tuerces la nariz ante una mala nota. Parpadeas mucho delante del último capítulo de tu serie favorita. Pones los ojos en blanco cuando ese gilipollas vuelve a escribirte. Se te enrojecen las mejillas con este puto frío de mierda. Todos y cada uno de los fragmentos que te conforman encajan y a veces se pinchan entre ellos. Hay noticias felices que no hacen más que ponerte triste, hay adioses que no puede asimilar tu torrente sanguíneo, hay silencios dolorosos a los que quieres poner palabras. Todo este orden impreciso y venenoso y todos estos días tachados del calendario, todos los años que se suman a tus espaldas, todos los kilómetros entre el punto A y el punto B. Todo ese puzzle que chirría y que estalla y que no siempre conecta como debería. Raíces que se trasplantan de uno a otro suelo, horas de más mirando a la nada, formas de olvidar a alguien que si te invitó a las cervezas suficientes. Me paso la vida contando cómo de tarde estoy llegando a mi misma. Me paso la vida pensando si es esto, acaso, todo cuanto hay.