Hablamos del corazón roto cuando este parece que tiene latidos desganados y duele en el pecho. Cuando tenemos ganas de llorar y nos sentimos partidos en trozos y cae la noche y no puedes dormir y te sientes como si fueras el último ser humano sobre la faz de la tierra. Hace frío y no hay suficientes copas en las que ahogarse (vodka amargo, sin excusas, directo al núcleo, de algo hay que llenar el alma) y te preguntas si saben las estrellas que están tan solas en el universo.
Hay un grito que arde y a la vez se extingue en la garganta y tiene la fuerza de mil perros apaleados, abandonados, vagando por calles que siempre parecen las mismas. Caras frías en el metro, pies helados, charcos sucios de irisada gasolina y mugre, mugre por todas partes.
Los pájaros se caen de los nidos y no pronuncias su nombre porque te da miedo darte cuenta de que no te quedan más excusas para hacer que te mire a la cara; no quiere leer las cartas que le escribes y no quiere preguntarte cómo te va en el trabajo ni a qué bar de mierda irás a consumirte este sábado. Él no tiene ganas de tenerte ganas y parece que eso lo envuelve todo en desdicha y tú sueñas con el momento en el que te topes con él y te agarre del brazo y te diga "perdona, en realidad sí que quería ser tu puerto".
Tienes que seccionar de ti ese pedazo de indiferencia e intentar recordar cómo era tu vida antes de su llegada y no hundirte porque no parece ahora tan maravillosa como esos atardeceres que compartisteis. Te preguntas qué te queda, joder, si te asalta su puto olor cada vez que el desconocido equivocado se te acerca en la discoteca. Si te acuerdas de él cuando caminas al trabajo.
Suplicas a tu corazón que borre su cara de tu memoria igual que tú has borrado su número de tu whatsapp (a quién querrás engañar, te lo sabes de memoria). Suplicas a tu corazón que retome el curso de tus latidos y que deje de echar de menos y que deje de congelarse como lo está haciendo, de pincharte con sus esquirlas.
Lo siento, pero tengo que decirte que no está roto; funciona como debe funcionar, aunque parezca en las últimas ahogado con tanta tristeza. Ese tiritar dudoso también forma parte de ti. Ese sentirse vacío, como el pesado silencio húmedo antes de una tormenta. Y se pasará, como todo. Dale tiempo.