A Johan le dolía la espalda. Se sentía mayor. Y un poco sobrepasado por todo aquello. Intentó mantener la calma.
-Bueno, el fin entonces será que sigas viva- sonrió- Tenemos a Cecilia Summers y su cadáver. También el de Crame. Entiendo que Lena Monroe también está muerta. Y que el Padre Adams sabe mucho, mucho más. Seguiré por ahí. Creo que deberías alejarte de esto.
-Yo creo que deberías poner la calefacción y follarme en tu coche- la chica se levantó de un salto.
-Eso no va a ocurrir, niña.
-Ahí tienes tu respuesta- le tendió la mano. De un tirón consiguió levantarle- Ahora esto es mi rollo. Y no te confundas, no necesito tu ayuda.
Pero no le soltó. Tiró de él contra sí y Johan no pudo evitar mirarla a los ojos; era mucho más baja que él. Acababa de decir que el demonio a veces siente simpatía por algunos humanos, quizás él había tenido suerte. O no.
-No te he ofrecido mi ayuda- repuso él- No sé cómo te tengo que tratar ahora, princesa, porque no tenía la menor idea de que me las veía con la criatura más poderosa de la tierra- no la soltó. Su contacto ya no ardía, pero podía sentir un impulso eléctrico bajando por su brazo- Sabes que existe un archivo con todas las criaturas de la ciudad, ¿verdad?- ella asintió- Está guardado bajo muchos sortilegios y mucha plata, cosas que yo no entiendo. Yo acababa de entrar en la División Especial y un tipo, Jerry Blanche, murió. Entre sus informes estabas tú.
-Recuerdo a ese tipo. Esto me lo hizo él- se bajó la manga de la camiseta que llevaba. Su hombro presentaba una cicatriz gruesa. Johan deslizó los dedos sobre su piel sin saber por qué demonios lo hacía.
-Jerry iba a meterte en el archivo antes de morir. Luego se traspapeló.
-¿Sí?- una sonrisa de diablo se dibujó en el rostro redondeado de la muchacha- ¿Así, sin más?
-Así, sin más. Ni idea de qué pasó.
-Así que has mentido por mi, Andersen.
Se miraron a los ojos. Johan no se atrevió a preguntar qué era lo que él tenía de especial como para contar con la simpatía de Angelique Black, pero por primera vez vio lo que antes solo sospechaba; que era uno de los seres más terribles que poblaban el mundo. Seguía agarrándole la mano.
-¿Por qué no empezamos el día con un polvo en tu coche?- preguntó.
Él soltó una carcajada. Le soltó la mano deseando que no se notara el acopio de fuerza que había tenido que hacer para lograr hacer ese gesto tan aparentemente simple.
-Anda, vamos. Iremos al Palermos a desayunar- dijo, echando a andar.
-¡Venga!¿No te he impresionado?¿No te han dado pena mis orígenes?
-Cuando seas un poco mayor, quizás.
-¿Más?¡Tengo varios cientos de años!
-Entonces plantéate empezar a aparentarlos- se detuvo al llegar al coche y se volvió para mirarla- No voy a permitir que te hagan daño, Angie.
Ella desvió la mirada, claramente incómoda. Se colocó el pelo detrás de la oreja.
-Tú tampoco estás mal.