Dijo que no desistiera jamás. Que no dejara de pedir, que no dejara de ladrar. Dijo; te cuenten lo que te cuenten, que nunca se pase tu hambre. El murmullo perpetuo en el estómago, en los ojos, en las manos. Las ganas ardientes de seguir tocando, de seguir mirando. Aunque los hombres maten hombres, aunque no entiendas a donde vuelan los pájaros. Eso no importa.
No te rindas, no te canses. Aún cuando se quiebren los huesos. No dejes jamás de cuestionar la verdad impuesta, porque todo lo impuesto se convierte en una mentira. Pregunta, pregunta, pregunta, no importa lo que te llamen. Sus palabras no son nada.
Prosigue una obra eterna y hablar del final siempre será pecado. Sálvate. No te vendas. Escucha historias de amor y de viajes y parte a buscar la Atlántida. Quema el mapa, quema la tierra. Rézale a todos los dioses que se te ocurran y espera o no esperes una respuesta.
Camina. Un pie, y otro, y otro. Da igual el desierto y da igual la nieve, los árboles, el cielo. Estás ahí, en mitad de un universo que se construye cada vez que parpadeas. Vuela. Da igual que no tengas alas, no las necesitas. Solo vuela. Solo come, solo canta.
Que en esta cruel batalla entre el mundo y tú, no te dejes vencer.
No te des por vencido.