hambre

Me pregunto si escuchas mi rugido. Está ahí. Creo que no lo ves, que no llegas a descifrar su eco, pero que sientes el vibrar de las cuerdas vocales cada vez que me alimento de ti. Cada vez que te dejo un mensaje cifrado en mi cuerpo esperando a que puedas leerlo, a que lo desveles a poder ser con las manos. Piensas en las noches, en los animales, en los 15 años que dejé atrás hace más de lo que me gustaría. Hay fieras salvajes en mis ojos y tú las ves, hay sombras y hay demonios jugando al escondite y a veces sueltan un destello peligroso. Quieres saber más de mi y no adivinas cuales son las preguntas adecuadas, aunque yo responda a todo. A veces las palabras no son suficientes. Te preguntas si el lamento ardiente de mi voz está resonando o si solo imaginas que corremos -nos corremos- desnudos por tierra hostil, porque casi todo lo bello es hostil y casi toda mi hostilidad nace de cosas que no puedes comprender. 


Te preguntas por el rugido y por su mensaje y por el perder el tiempo. Te preguntas por cómo di a arder el mapa y la brújula y hacia donde me muevo con ese andar de pantera famélica. Yo tampoco sé de qué tengo hambre exactamente. Pero el caso es que me están rugiendo las tripas y la vida no me las llena del todo.