Creo que estabas más loco de lo permitido
que sufrías, también, como solo sufren algunos
-así de fuerte, así de gratuito-
que mirabas las golondrinas y pensabas
"por qué yo no"
"por qué tuve que nacer hombre y no ave"
creo que
como los animales salvajes
ocultabas que todo dolía,
que todo daba un poco de miedo
que la ciudad
con sus árboles muertos,
con las ramas hasta el cielo
te pinchaba un poco en el alma
cada día
y te hacía cicatrices,
que afeaban un corazón ya de por si feo.
Creo que todas esas putas,
que todos esos camareros
que esa forma marchita de olvidar
cuantas cervezas
son demasiadas cervezas,
no eran más que un rugido
el rugido de un león enfermo
de pena
de humo
de veneno.
Y tu acto de valor
-el más desesperado-
fue admitir
con ojos tristes
que había un pájaro azul en tu corazón
que no le dejabas salir,
pero tampoco podías permitir que murirera.
(no estés triste, no estés triste)