No hubo pájaros azules ni hubo canciones de despedida. Solo mis ojos verdes de gato ahorcado y el mdma en la sangre. Todo me pareció irisado, no se por qué. De dónde saldría tanta luz y de donde saldrían tus labios. Ella dijo no me comas, como si no hubiera sido la musa de otro poeta más listo que yo, como si sus pupilas nunca antes se hubieran dilatado -no tan fuerte, por favor, no tan fuerte- o como si su cuerpo nunca hubiera sido el instrumento de otro cuerpo. Lo siento, pero de todas las carnes famélicas, será la tuya la que me hará pasar el invierno.