tu tristeza.

Es como si tu tristeza llegara a horrorizarme. Es curioso, porque el resto del tiempo no suelo pensar en ti salvo cuando te estoy comiendo la polla. Como que no tienes cara, ni ojos ni problemas y eres un mal de quietud y de sol. Pero a veces estás triste. Lo sé desde hace mucho tiempo, pero nunca me atrevo a decir nada, supongo que es el miedo. A veces estás triste y tú también lo sabes y supongo que también lo temes. A veces te pesa la vida sobre los hombros y los años y echas de menos los 16. A mi también me ocurre. Me gustaría acariciarte la espalda y decirte que, irremediablemente, es posible que todo siga estando mal. Pero que estoy contigo y que ahí voy a quedarme siempre. Eso también lo sé desde hace mucho. Pero tampoco te lo digo.