Tengo por costumbre echarte de menos los domingos,
da igual si duermes conmigo
o si estás lejos
-siempre estás lejos en realidad.
Es malsano y es terrible porque
bueno
-a ver-
ya he dedicado a pensar en ti
todos los minutos que te merecías
las horas en punto
-todo ese rollo.
Me acuerdo del último beso que me das
solo hasta que llega el siguiente
después te olvido y supongo
que pasará igual
cuando algún loco se detenga
a quererme mejor de lo que tú lo haces.
La mayoría de veces no me importa que no llegues
la mayoría de veces
-juro solemnemente-
que no eres importante para mi.
Pero entonces
-joder, entonces-
vuelvo a tenerte de frente.
Y te relames
y te afilas las garras.