Que sean los ojos
los que se sequen
y no la sangre
en la frente
y en los dedos.
Que llueva
y no se muera
la tierra fértil
pasto, siempre,
de vida nueva.
Que corra el agua
y suba la marea
de las horas
incompletas
del vacío arrollador
que producen
los sueños
al romperse.