no eres un faro

Hubo un momento en el que nuestros labios fueron eso, nuestros labios, ni más ni menos. Sin poesía, sin romanticismos. Fueron nuestros labios porque así nos apeteció y porque los estábamos compartiendo y porque habíamos bebido demasiado como para que nos importara lo demás. Estaba oscuro y fue un destello y no diré que me salvó la vida, porque eso sería darte más importancia de la que me permito que tengas. Pero el caso es que fueron nuestros labios y estuvo mal y estuvo bien y no me importó nada más que eso porque, en realidad, ¿a quién puede importarle? No negaré que me llenó de luz y que ahora estoy un poco perdida cuando no estás, esto también sin poesías. Y me repito que da igual, pero admito que siempre he creído que el corazón tiene que estar ocupado, no necesariamente con una persona. Tengo que aprender a sobrevivir. Tengo que recordar cómo se sobrevive sin ti porque es algo que ya he hecho antes.
En serio, yo podría escribirte un poema interminable si quisiera y si tuviera ganas de llorar, pero es que no quiero. No eres un faro, no eres un salvador ni eres un padre ni eres la causa de mi sufrimiento. Ojalá fuera tan sencillo como eso, ¿verdad? Ojalá ser feliz fuera tan fácil como que tú me miraras y me sonrieras. Pero me miras y me sonríes y yo sigo teniendo problemas.
Tú me miras, tú me sonríes y yo me sigo queriendo más a mi misma.
Qué cosas tengo.