Una vez le dije a un amigo que, entre estar medio jodido o estar jodido entero, escogiera siempre la opción que supusiera los menores daños. La canción que menos arañe en los oídos y el trago menos amargo y la quemadura menos profunda. Tan sencillo como eso. ¿Cómo crees que sobreviven los pájaros a las corrientes de aire? Guardándose las espaldas durante el invierno y marchándose a otro sitio. Le dije que dejara de soñar y que fijara los pies al suelo, que se alejara de las niñas de 15 años que no traen más que problemas. Le dije muchas cosas pero me mordí la lengua al hablar de miedo y de todo lo que pasó pero que no pasó. Pienso, a veces, debo abrirme en canal y expulsar todo el veneno que me han metido dentro, aunque sea con mi propia sangre. No le hablé, por supuesto, de todo lo que no me atrevo a decirme en voz alta pero que resuena en mi cabeza. Que hay alguien que no me quiere y que nunca me querrá porque fuimos humanos a destiempo. Que vivo en un terror constante de no volver a reflejarme en sus ojos y que vivo en un terror constante de volver a hacerlo. Me callé como una puta que las batallas, pese a todo, mejor perderlas directamente a terminar mal herido, que si no para qué. No le expliqué que huyo del crecer y que huyo de mi misma porque no llego a comprender mis propios latidos. No dije nada de las lágrimas ni de la culpa en la boca ni del querer y no poder.
No le dije nada de mi. Tampoco creo que mereciera la pena hacerlo.